En septiembre, las calles de Belize se llenan de color, música y tradición, convirtiéndose en un escenario vibrante de cultura, orgullo e identidad. Las celebraciones de la independencia, los homenajes ancestrales y la energía de la cultura garífuna, cultura que se distingue por su música y bailes, hacen de este país un destino único para quienes buscan experiencias auténticas. Ubicado en el corazón de Centroamérica, limita al norte con México y al sur y oeste con Guatemala, lo que le otorga una riqueza cultural y geográfica que se refleja en cada festejo.
El mes arranca con la izada de 18 banderas el 1 de septiembre y continúa con un sinfín de eventos que culminan el día 21, cuando todo el país late al mismo ritmo. Desfiles, fiestas callejeras, plumas, pintura y el rojo, blanco y azul en cada rincón crean un ambiente contagioso que invita a sumarse. El Carnaval, con su explosión de color y música, y el histórico Día de la Batalla de St. George’s Caye, que recuerda la victoria contra los españoles en 1798, son dos de los momentos más esperados. La magia también llega con el Pan Yaad, un espectáculo de bandas de acero que hace vibrar a miles de personas bajo las estrellas.
Pero las celebraciones no terminan en septiembre. En noviembre, las comunidades maya-mestizas rinden homenaje a sus antepasados en Los Finados, una tradición que mezcla rituales indígenas y católicos. Altares con flores, velas, fotos y comidas típicas iluminan los hogares, mientras las familias se reúnen para recordar a quienes partieron. El 9 de noviembre, el camino de regreso de los espíritus se marca con velas a lo largo de las carreteras, en un cierre solemne y conmovedor.
También, ese mismo mes, los sonidos hipnóticos de los tambores garífunas toman protagonismo. En Punta Gorda, la Batalla de los Tambores y la Fiesta Gastronómica muestran la riqueza de una cultura viva, con bailes como la punta y la chumba, y con platos típicos que conquistan a cualquier viajero curioso.
Cabe destacar que visitar este país entre septiembre y noviembre es sumergirse en un viaje donde cada fiesta, cada altar y cada tambor cuentan una historia. Una experiencia que conecta con lo más profundo de su identidad y que deja huellas imborrables en quienes la viven.