La alcaldía Coyoacán, en el Distrito Federal de México (CDMX) está ubicada en la colinda al norte con las alcaldías Benito Juárez e Iztapalapa, al sur con la alcaldía Tlalpan, es un destino que combina tradición, bohemia y memoria histórica. Sus calles empedradas, plazas arboladas y casonas coloniales la convierten en un sitio único, donde los amantes de la historia y el arte pueden disfrutar de un ambiente tranquilo y cultural sin salir de la capital CDMX.
Uno de sus mayores atractivos es el Museo Frida Kahlo, conocido como la Casa Azul. Esta obra de arte arquitectónica, es donde la pintora vivió buena parte de su vida, conserva objetos personales, vestidos, muebles, fotografías y obras que permiten acercarse al mundo íntimo de la artista. En su habitación incluso reposan sus cenizas, dentro de una escultura que ella misma realizó, lo que convierte la visita en una experiencia profundamente conmovedora. Pasear por la Casa Azul es sumergirse en la energía creativa y dolorosa que marcó la vida de Frida, y que hoy inspira a millones de admiradores en todo el mundo.
A pocas calles, otro sitio imprescindible es la Casa Museo de León Trotsky. El revolucionario ruso llegó a México en 1937, tras recibir asilo político gracias a la gestión de Diego Rivera y Frida Kahlo ante el presidente Lázaro Cárdenas. Trotsky encontró en Coyoacán su último refugio, primero viviendo junto a la pareja de artistas y luego en una casa propia donde sufrió un atentado fallido y, finalmente, el ataque que le quitó la vida en 1940. La vivienda se conserva casi intacta: sus muebles, la biblioteca, el jardín y hasta las huellas de los disparos siguen presentes, ofreciendo un retrato vivo de su exilio y su trágico final.
Durante la estancia de León Trotsky en México, la Casa Azul fue también escenario de un episodio que aún despierta curiosidad: el romance entre Frida Kahlo y el revolucionario ruso. Su relación, breve pero intensa, se desarrolló en medio de un ambiente cargado de política, arte y pasiones. Este capítulo añade un tono más íntimo y humano a la historia de ambos personajes, y refuerza el magnetismo que hoy sienten los visitantes al recorrer cada espacio del museo.
Pero Coyoacán no se agota en estos dos museos. El visitante puede recorrer el mercado local, ideal para comprar artesanías, textiles y probar antojitos mexicanos; el Museo Anahuacalli, diseñado por Diego Rivera para albergar su colección de piezas prehispánicas; o simplemente perderse por las calles cercanas al Jardín Hidalgo y al Jardín Centenario, donde el aire bohemio se respira en cada rincón.
Visitar Coyoacán es adentrarse en la historia viva de México: un lugar donde arte, política y tradición se cruzan, y donde cada esquina recuerda que la cultura también se escribe en las calles.