Guatapé, coloquialmente conocido como “el pueblo de los zócalos”, es uno de esos lugares que combina de manera única la naturaleza con una arquitectura de estilo colonial invaluable. Gracias a la Piedra del Peñol, un inmenso monolito de piedra de alrededor de 220 metros de altura situado a tan sólo un par de minutos del malecón del pueblo, es uno de los destinos imperdibles para todos aquellos que quieran disfrutar de la naturaleza y una aventura de altura. A tan sólo 79 kilómetros de Medellín, los visitantes pueden disfrutar de una vista como ninguna a más de doscientos metros de altura.
Esta perla de los Andes Occidentales Colombianos cuenta tantas historias como zócalos hay en sus casas. Desde comienzos del siglo XX sus habitantes decidieron llenar de color las calles y retratar algunas de las maravillas naturales del lugar -sobre todo girasoles y animales nativos- además de las costumbres y algunas actividades que muestran la vida cotidiana de los lugareños. Todo esto se puede ver en los zócalos y en la parte inferior de las fachadas de cada una de las casas, ya que los colores de las montañas que acompañan el paisaje, junto a las calles empedradas y el azul del cielo, generan un contraste inimaginable.
Cada construcción, cada pintura y fachada, rememora la colonización antioqueña y los logros de todos aquellos que, a comienzos de siglo, trabajaron la tierra e hicieron del lugar el paraíso de vida que es. Sus calles están repletas de colores y caminos de piedra, para que todos los visitantes conozcan la cultura colombiana, mientras toman una taza del mejor café suave del mundo, andan en bicicleta, o se compran artesanías de cuero y prendas tradicionales.
Además de sus zócalos, Guatapé es reconocida por sus paisajes y diversos atractivos naturales. También hay una gran oferta de actividades al aire libre desde su malecón hasta el embalse Peñol-Guatapé. Se puede realizar parapente, paseos en barco o lancha, deportes náuticos entre otras actividades para conectar con la naturaleza. Los habitantes del lugar lo definen a Guatapé como “el pueblito entre montañas que goza de un pequeño mar”.
Junto a su malecón, punto de encuentro y uno de los lugares predilectos para degustar la gastronomía, hay tres sitios que resultan fascinantes: el primero es la calle del recuerdo, lugar que rememora la arquitectura tradicional del viejo Guatapé previo a la inundación de algunas de sus calles a comienzos de 1970, debido a la construcción del complejo hidroeléctrico que rodea el lugar. El segundo, es la Piedra del Peñol, una imponente piedra desde la que se puede admirar la hermosa represa de Guatapé, antiguo territorio de los tahamíes, uno de los pueblos ancestrales de nuestro país. De hecho, el nombre de Guatapé viene de un cacique indígena que gobernó el lugar tiempo atrás. El tercero es el Monasterio Benedictino de Santa María de la Epifanía, una construcción vecina a una reserva forestal desde la que se pueden observar todo tipo de aves, flores y demás fauna nativa de la región. Los monjes benedictinos, conscientes de la importancia de proteger el bosque natural, han contribuido a conservar el ecosistema plantando árboles endémicos y promoviendo el cuidado de la fauna del lugar.
Si va a Guatapé podrá vivir desde la calma del embalse hasta un reencuentro con la naturaleza los deportes y actividades al aire libre. Dicen que, en el pueblo de montañas con vista al mar, la vida se disfruta en todo momento.