Elegante y conquistador de paladares excelsos, el pinot noir forma parte de los tipos de uvas de clima frío o ciclo corto: aquellas que requieren de menos tiempo de luz solar para su maduración. Al sur de Esquel y Trevelin, cinco vendimias consecutivas derivan en vinos intensos, reconocidos internacionalmente por su singularidad.
El pinot noir es una cepa de origen francés, característica de las zonas de Borgoña y Alsacia, cuya denominación remite al pino negro por la forma de su racimo. De color violáceo oscuro, se trata de una cepa suave, amable y generosa. Marida muy bien con cualquier comida y es usualmente elegida para ser bebida sin acompañamientos: por la mera razón de disfrutar de un buen vino.
En el noroeste de la provincia de Chubut se produce el tradicional tinto de pinot noir, también una variedad rosada y otra blanca; e incluso reservas y espumantes. Aunque conservando los caracteres generales de esta cepa; en el color, el aroma y el sabor de estos vinos, irrumpe una nueva identidad dada por su “terroir”. Hay una singularidad que proviene del ambiente que rodea el proceso de producción: el suelo patagónico, el microclima precordillerano, la disposición del viñedo.
El frío con el que convive la planta a lo largo de su ciclo madurativo genera un desafío para el proceso productivo que, con esfuerzo humano y tecnología, debe sortear las heladas. Estas intervenciones derivan en caracteres organolépticos por encima de los parámetros tradicionales, que envuelven a este pinot noir con una identidad única: un varietal que se reconoce de inmediato y que, sin embargo, sabe a novedad.
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