Bilbao, la ciudad que se reinventó desde las cenizas

Como aquel patito feo del cuento infantil, la antigua ciudad de Bilbao pasó de ser un destino decadente a la estrella más brillante del turismo del País Vasco. Vanguardismo arquitectónico, una gastronomía excepcional y una población que recibe cálidamente al visitante, son algunas de las razones que hacen que hoy en día Bilbao se encuentre en el itinerario de millones de turistas.

Las propuestas que hacen atractiva a la ciudad son tan variadas como interesantes. Desde la exquisita gastronomía, hasta la frondosa oferta cultural e histórica, Bilbao se constituye como destino entrañable, con una identidad que los enamorará incondicionalmente. ¿Será también por su gente, que se abre al visitante con la calidez de quien recibe a un amigo? ¿Sus calles del Casco Viejo que se descubren a pie y sin ninguna prisa hasta detenerse a saborear unos “pintxos”? ¿O la figura imponente del Museo Guggenhei, con sus formas orgánicas que brillan bajo la cubierta de titanio? 

Bilbao nos conquista, nos entusiasma y nos deja con la sensación de que los días que pasemos en ella serán escasos y debemos prometernos volver. ¡Vamos a recorrerla!

El Casco Viejo

El Casco Viejo logró resurgir y convertirse en una de las zonas con más comercios y más visitada por los turistas.

Si hablamos de que aquí se concentran las construcciones centenarias no nos estaríamos equivocando, ya que está ciudad puede ostentar más de 700 años de desarrollo urbano. Claro que la longevidad le ha costado sufrir grandes inconvenientes, como durante la Guerra Civil española donde la ciudad de Bilbao y la cercana Guernica quedaron devastadas. Mucho de ello puede verse en las pinturas de Pablo Picasso.

Pasada la guerra la ciudad sería reconstruida, pero en pleno siglo XX, una crecida inusual del caudal de la ría provocó la peor inundación del casco histórico, alcanzando los cinco metros de altura. Este hito se recuerda hasta hoy en varios de los edificios de la ciudad, ya que provocó un desastre sin precedentes. 

La década del 90 fue la peor para la industria de la provincia vasca y fue entonces que se decidió invertir en reformarla completamente. Justamente en ese momento la fundación Guggenheim estaba buscando un lugar fuera de Nueva York para abrir otro museo icónico y las autoridades de la ciudad vieron una oportunidad única para posicionarse en el mapa. En 1997 se abrió al público y éxito fue inmediato. Hasta el día de hoy es uno de los museos más visitados del mundo, superando el millón de turistas en los pasados años. 

Desde hace muchos años toda la zona es peatonal, con cientos de negocios, bares y restaurantes. Algo que nos llama la atención es la limpieza que se observa en sus intrincadas y angostas callecitas. El misterio se resuelve al ver cada mañana como un camión pasa lavando las calles y veredas, que las mantienen lustrosas e impecables.

El gusto de “perderse” lo debería llevar en algún momento hasta la Plaza Nueva, si se nos permite llamar así a un lugar con más de 150 años de existencia. Al estilo clásico de las plazas mayores de muchas ciudades de España, el espacio abierto está rodeado por edificios con recovas y posee cuatro puertas de entrada. Debajo de las arcadas se ubican cientos de locales comerciales donde se venden recuerdos, artesanías y las clásicas “boinas”. Además están los bares de “pintxos” que cada atardecer se pueblan de visitantes ansiosos por probar las creaciones de la cocina vasca, que se pueden acompañar con una sidra local o un “txakoli”, un vino blanco frutado muy fresco.   

Otros lugares imperdibles son la Plaza Miguel de Unamuno y la iglesia de los Santos Juanes. Además, caminando por la Calle Somera se accede a la iglesia de San Antón, que defiende la ciudad de las aguas, y de allí se camina hasta el Mercado de la Ribera. Por sus increíbles vitrales este lugar parecería un templo y no un sitio de puestos, pero la realidad es que se consiguen pescados fresquísimos, verduras, jamones, carnes y todos los ingredientes que forman parte de la gastronomía vasca.  





El imponente Museo Guggenheim

Los alrededores del museo son excelentes para hacer deportes al aire libre o actividades con los más pequeños.

El gran emblema del “Nuevo Bilbao” es el Museo Guggenheim, que fue diseñado por Frank Gehry a la orilla del río Nervión. Se dice que el arquitecto exclamó: “Ese es el lugar”, después de observar una panorámica de Bilbao desde el monte Artxanda. 

El sitio que señalaba eran los terrenos de la antigua Compañía de Maderas, sobre el margen izquierdo de la ría. Como el propio Gehry lo ha explicado, el diseño está basado “en el puerto que fue y la ciudad que es”, simbolizando un navío anclado. Tan diferente es, que no tiene una sola superficie plana en toda su estructura, cubierta en su gran mayoría por placas de titanio, de vidrio y una piedra caliza color crema.

En la zona exterior se encuentran dos esculturas: una araña gigante de bronce, acero inoxidable y mármol llamada Mamá, de Louise Bourgeois y un gigantesco perro cubierto de flores naturales, bautizado como “Puppy”, de Jeff Koons. Tiene una superficie total de 24.000 m², de los cuales 10.540 m² están reservados para las exposiciones, distribuidos en 19 galerías.

Desde su inauguración en 1997, el museo ha recibido una media superior al millón de visitantes anuales, causando un impacto extraordinario en la economía y la sociedad vasca e impulsando el turismo en la región y la revitalización de múltiples espacios públicos y privados en la villa.





La inigualable gastronomía

Taberna “La Plaza Nueva” es nuestro lugar recomendado.

No es casual que varios de los mejores chefs del mundo sean de origen vasco. Y es que su cocina se basa en el uso de las mejores materias primas, de acuerdo a cada estación del año. El resultado es una combinación de excelentes carnes, pescados y guisos, así como también suculentos postres servidos en raciones abundantes.

Los “pintxos” son fundamentales en la vida de los vascos, al igual que los amigos, y lo bueno es que ambos van muy bien juntos. En la Villa se entiende el picoteo como un acto de encuentro sin formalidad, ni cita previa. Es decir, hay grupos de amigos que no necesitan citarse porque saben que todos los días del año, a una determinada hora, habrá un conocido tomando un pintxo en el bar que frecuentan con una fidelidad inquebrantable.

¿Qué son los pintxos, o pinchos? Una pequeña rebanada de pan sobre la que se coloca una porción chica de comida. Recibe ese nombre porque tradicionalmente se sujetaba la comida al pan con un palillo. Es muy similar a lo que conocemos como una tapa. Los hay fríos y calientes y se pagan por unidad. Se hacen de todo tipo de pescados, tortilla de papas, pimientos rellenos, croquetas y hongos, entre otros. Si no pasaste por la ceremonia del “pintxo”, ¿realmente estuviste en Bilbao? 

Un recorrido en Metro

El transporte subterráneo es bastante reciente en Bilbao y las entradas a las estaciones fueron diseñadas por el arquitecto Norman Foster, convirtiéndose en todo un símbolo de la ciudad por su accesibilidad, su eficacia, su impecable diseño y sus característicos ‘“fosteritos”: las bocas de acceso a las estaciones.

Sus dos líneas suponen no sólo la forma más rápida de moverse por la ciudad, sino también de acceder a playas y pueblos dentro del área metropolitana.

El servicio funciona de 6 de la mañana a las 11 de la noche, con frecuencias inferiores a seis minutos en las horas centrales del día, a excepción de los domingos y los días festivos, en los que se extiende a diez. También ofrece servicio nocturno los viernes y en las vísperas de feriado hasta las 2 de la madrugada y los sábados mantiene sus recorridos toda la noche. Se puede viajar en Metro usando la Bilbao Bizkaia Card.

Puente Bizkaia, patrimonio de la humanidad

Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2006

Hacia el final de la Ría, donde el mar se abre en toda su magnitud, se encuentra una obra de ingeniería que marcó un antes y un después. El Puente Bizkaia fue inaugurado el 28 de julio de 1893, y fue el primer puente transbordador de estructura metálica construido en el mundo.

La mayor particularidad del puente tiene que ver con que transporta los vehículos y pasajeros mediante una barquilla colgada de un carro de 36 ruedas y 25 metros de longitud, que se desplaza a través de unos carriles ubicados en el travesaño horizontal. 

Si les decimos que era el mismo principio que el Puente de La Boca mientras estaba en funcionamiento, tal vez quede más claro. Fue el primero de su tipo y uno de los nueve que todavía se mantienen en pie en el mundo, aunque muchos ya no funcionan, como en el caso del de La Boca.



			

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